domingo, 16 de noviembre de 2014

Guerras virtuales

Por Ana María Constaín



Hay una fina línea entre la libertad de expresión y la violencia. Entre la autenticidad y la agresión; la honestidad y el ataque.

No deja de sorprenderme el nivel de violencia que hay en las discusiones virtuales. Qué fácil es lanzar palabras cargadas de ira. Sentirnos valientes por expresarnos sin tapujos. Por decir lo que nadie se atreve. Ser políticamente incorrectos.  Desatar discusiones polémicas. Hablar de temas tabú.
Destrozando a otros, escondidos detrás de un teclado. 
Sumándonos al colectivo que más nos de la razón.

Volcando todo eso de lo que no nos hacemos cargo en otros. Negándonos a vernos a nosotros mismos. Demonizando a todo aquel que no piense igual.

Boicoteamos, repudiamos, usamos toda clase de artimañas para demostrar cuanta razón tenemos. Para de alguna manera sentirnos mejor que los demás.

Guerras virtuales.

Guerras humanas, que solamente han cambiado el campo de batalla. 

Tal vez, nuestra oscuridad busca su ruta de escape, una ruta más sofisticada porque otros campos de batalla se han clausurado.

Y la consciencia que profesamos es más de palabra que cualquier cosa.

Si, acepto que esa violencia que corre por las redes, es también mía. Que muchas de las palabras que tanto me enfurecen no son más que un reflejo de mi propia mente.

¿Soy acaso una gran hipócrita? Muchas veces me pregunto…

Pero quiero creer que hay maneras de crecer y expresarse de maneras menos dañinas.

Me parece que el límite está en hacerse cargo de lo que se dice. Poner las palabras afuera en primera persona. Dejar que las opiniones sean opiniones sin envolverlas en aureolas de verdad. Hablar sobre las ideas y no sobre las personas.


Por el momento pretendo seguir mirando mi sombra de frente,  sin hacer públicos ataques personales a cualquiera que ponga el dedo en la llaga.